lunes, 2 de marzo de 2015

La llegada al bosque.

-¡Yo iré tras él!- Informó el capitán Sergoz a su variopinto grupo mientras echaba a correr tras el sonámbulo gnomo que no hacía más que meter al equipo en apuros.
El insomne hombrecillo corría esquivando los troncos y matorrales del claro, acercándose cada vez más al Bosque de los Augurios.

La elfa Erin se levantó dispuesta a echar a correr tras su capitán, mas una robusta mano se posó en su hombro y la empujó obligándola a sentarse en su puesto otra vez.
-¡Ronan!- Dijo ella con furia, sus ojos clavados en la boca del hombretón que mascaba hierba mental para mantenerse alerta.
-Déjalo.- Se limitó a responder al tiempo que cogía la taza que había dejado junto al fuego para calentar su brebaje. -El capitán ha ordenado vigilar el campamento, no podemos ir tras él y poner en peligro a los que aún duermen.- Dijo señalando las tiendas de campaña que se erigían tras ellos, levemente iluminadas por las brasas de la fogata.

-¡Glorog!- Gritaba Sergoz en su desenfrenada carrera. ¿Cómo podía ser que una criatura paticorta fuera tan asombrosamente ágil? Se preguntaba aquél hombre mientras avanzaba inexorablemente al bosque de las leyendas que le contaba su niñera cuando tan sólo era un imberbe en palacio. -El hogar de las almas perdidas...- Susurró tras ver al gnomo perderse entre los troncos del borde del bosque. Llegó hasta el punto donde había perdido de vista a su compañero y se detuvo, pensativo. Sentía una poderosa aura flotando en el ambiente, cubriendo todo el bosque y quedando encerrado. Algo le impedía avanzar, tenía los pies pegados al suelo ¿un mago escondido en las copas? Se preguntó, pero en el fondo sabía que no, que eso sólo era una excusa para esconder su miedo. ¿Miedo? Un capitán hecho y derecho no debería tener miedo, y menos cuando uno de sus camaradas, uno de sus hermanos estaba en peligro.

Sergoz tragó saliva, llevó la mano derecha a la empuñadura de su espada, y se adentró en el bosque sin mirar atrás...

No hay comentarios:

Publicar un comentario