miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 4/5)

De la nada salió un joven con pantalones cortos y gorra que bloqueó la pokéball con su cuerpo y se abalanzó sobre el Rattata gritando “este Rattata es el mejor Rattata de todos los Rattata”.
-¡Oye!- Grité. -¡Ese Rattata es mío, fuera de mi camino!- Decía mientras me aproximaba y recogía mi pokéball del suelo.
El joven me miró seriamente con el Rattata aún en sus brazos.
-¡Jamás! ¡Este Rattata será el primer pokémon que capture!
De pronto apareció de la nada otra persona, como si se hubiera puesto de moda salir de ninguna parte. Me cogió la pokéball de la mano y golpeó al Rattata que aún estaba en brazos del chico. El pokémon no volvió a salir de ahí.
-¿¡Qué haces!?- Gritó el chico sin poder contener la rabia.
Yo, que estaba en mi mundo ante lo que acababa de suceder, levanté la cabeza.
-Gracias por ayudarme con esto Minerva.- Dije sin comprender porque estaba ella ahí.
-No hay de qué, y tú- añadió mirando al sollozante niño -no eres entrenador pokémon, por lo que no puedes capturar pokémon, otra vez será. Además,- señaló mi pokédex, que comenzaba a emitir sonido -eso no era un Rattata.
Y sin dejarme contestar nada desapareció corriendo. Que chica tan extraña.
-Ditto, el pokémon "Transformante". Tipo Normal. Ditto es un pokémon con un cuerpo simple y amorfo, lo que le permite cambiar sus células de modo que adquieren la forma y habilidades de pokémon cercanos. En ocasiones también son capaces de transformarse por memoria, aunque suelen olvidar ciertos detalles que hacen que el cambio resulte incompleto e inútil. La media de duración de una transformación es de 15 minutos si está moviéndose o atacando, en cambio, si Ditto está parado puede estar transformado durante 8 horas. Viven en zonas cercanas a ciudades, donde los pokémon abundan y pueden pasar desapercibidos, cuando llega la noche, se transforman en piedra de forma que pueden pasar la noche a salvo. Su flexibilidad les impide caer paralizados.
Vaya vaya, sólo era un Ditto que se había transformado en dos pokémon a la misma vez. No sabía que se podía hacer eso, pero no importa, ahora tengo un nuevo pokémon conmigo, ahora estoy preparado para enfrentarme al primer líder de gimnasio.
Sin embargo, a mi lado, el chico aún gimoteaba.
-No te preocupes chaval, cuando tengas dieciocho años podrás ser entrenador pokémon y tener tantos Rattata como quieras.
-Cuando sea entrenador- dijo entre sollozos -pienso vengarme por esto. Me llamo Chano, recuérdalo.
Y se fue corriendo de allí. Definitivamente hay gente muy rara en Humanes.
Entré en casa, y tras la cena, me fui a dormir. Pasó largo rato desde que me acosté hasta que conseguí roncar, porque aún repasaba mentalmente los acontecimientos del día.
Cuando sonó el despertador me levanté de golpe, y al apagarlo volví a acostarme, como solía hacer siempre. Media hora más tarde terminé de levantarme del todo. Ya iba tarde. Bajé a la cocina para desayunar, no había nadie. Quizá las ocho de la mañana era una hora muy temprana para las vacaciones.
Tras desayunar y vestirme fui andando al tren, y finalmente llegué a la estación de La Serna, dónde estaba Carlos esperándome.
Fuimos hacia Aranjuez, porque es un sitio campestre y bonito, con bastante biodiversidad. El plan era caminar, hablar y despedirnos mientras durase la prueba, desearnos suerte mutuamente, combatir y, si encontrábamos algo chulo, capturar.
En toda la mañana no encontramos nada interesante, y en los combates siempre quedábamos muy igualados. Pronto comenzamos a aburrirnos.
-Vámonos, anda, que no quiero perder el vuelo.
-Vale, pero espera, me han dicho que por aquí hay Nidoran, y quiero tener una compañera para mi Onii-San.
Carlos me miró con ceño, pero no dijo nada. Era la una, aún tenía dos horas para llegar al aeropuerto.
Pero tras mucho tiempo buscando, lo máximo que encontramos fue un Fearow que huyó cuando trató de combatir contra Ditto (ahora llamado Jelly) y a Carlos se le hizo demasiado tarde.
-Venga, vámonos ya, que tengo que coger un avión.- Pero mientras decía esto, yo vislumbré mi objetivo, una escurridiza Nidoran olfateaba el suelo, y al ver venir la pokéball salió corriendo.
Me dispuse a correr tras ella, pero Carlos me agarró el brazo, "ya es suficiente" fue lo que dijo, pero "ahora que la tienes no la vas a tener" fue lo que yo oí.
-Yo no me voy, lo siento. Ahora que estoy tan cerca no voy a dejar escapar esta oportunidad.
Carlos frunció el entrecejo. -No me jodas Juanma- dijo mientras me asesinaba mentalmente.
-Toma- le tendí una pokéball -llevate a Jelly. Los Fearow son rápidos, podrás llegar a Barajas a tiempo.- Dije mientras miraba a Ditto transformado en aquél majestuoso ave.
La expresión de Carlos se suavizó. Sin mediar palabra se subió en la grupa de Jelly y surcó los cielos a lomos de aquel feroz Fearow que no era más que una masa pegajosa en realidad.
-Continuará...-

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