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lunes, 31 de diciembre de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 5/5)

Ahora que me encontraba solo nada me impedía ir tras el esquivo Nidoran. Fui en la dirección en la que había huido. Intenté seguir su rastro, pero era mi primera vez y no estaba seguro de que lo que estuviera siguiendo fueran huellas. A decir verdad, ahora me doy cuenta de que parecía que siguiera un rastro de migas de pan.
Al final llegué al pie de una pequeña colina por donde se divisaba una galería de túneles. Mi curiosidad me pudo y tuve que entrar a buscar a Nidoran ahí dentro.
Apenas entraba luz a la cueva, y tuve que guiarme palpando las paredes. Los Zubat dormían plácidamente en el techo, y si hubieran estado despiertos no me hubieran dejado dar un sólo paso sin tener que combatir contra todos ellos para poder salir de ahí.
Tras un largo ascenso, vi una salida de la cueva; mi pequeña y absurda aventura llegaba a su fin. Pero comenzaba otra, pues allí en frente se encontraba Pablo, con la ropa ondeando ante el fuerte viento que generaban las alas metálicas de un Skarmory en frente suyo.
Sin mediar palabra un Onix emergió de la tierra, haciéndola estremecerse con una fuerza sobrenatural. Me choqué contra la pared y permanecí abrazado a ella hasta que cesó.
Ambos pokémon peleaban frente a la figura inmóvil de Pablo, que contemplaba aquel espectáculo divertido.
En un momento Skarmory trató de huir volando, pero Pablo liberó a Metang de su pokéball y se lo impidió placándole salvajemente. Skarmory cayó al suelo y Onix hizo presa sobre su cuerpo metálico. En ese momento Metang descendió en picado y golpeó la cabeza de Onix, causándole una gran brecha que se le extendía desde el cuerno hasta el ojo izquierdo.
El gigante pétreo gritó de furia y lanzó el ave metálica contra Pablo, que se limitó a extender su brazo derecho. El impacto fue directo a la pokéball que sostenía en la mano, que recogió al debilitado pokémon en su interior.
Después de eso Onix comenzó a huir bajo tierra. Pablo devolvió a Metang a su pokéball y salió corriendo hacia el agujero por el que todavía asomaba la cola de Onix y se aferró a ella todo lo fuerte que pudo.
Ambos desaparecieron bajo tierra ante mi mirada de incredulidad y asombro. Desde luego, Pablo tenía cojones.
Me asomé al túnel; oscuridad y ruido alejándose fue lo único que hallé en ese abismo.
Bajé la pequeña ladera que se encontraba en dirección contraria a la que había venido, y fui a parar a una gran pradera verde, llena de flores y de vida. Los Butterfree revoloteaban en parejas, los Diglett asomaban la cabeza constantemente entre sus túneles, y por encima de todo, los Nidoran correteaban por entre las hierbas.
Me acerqué hasta ellos despreocupadamente y huyeron en cuanto me vieron. Entonces pensé en lo estúpido que soy y planteé una nueva estrategia. Liberé a Nidorino para que se confiaran, pero al ser un extranjero se mostraron recelosos, tanto que no tardaron en aparecer tres Nidoking seguidos de cinco Nidorino. Tuve que salir corriendo de ahí, sintiéndome triste por no poder capturar una compañera a mi Onii-San, sin darme cuenta de que él ya había atrapado a una.
Aparentemente, los pokémon se acaban pareciendo a sus entrenadores, y el mío era como yo; un guaperas. Bueno, no, pero al menos ambos conseguimos gustar a una chica guapa.
Al girarme a mi compañero lo vi con una pequeña Nidoran hembra haciéndole arrumacos. Parecía que el muy bribón la hubiese usado atracción. Me alegré mucho, no solo por mí, sino también por Nidorino, por lo que me dispuse a atraparla, pero Onii-San se interpuso entre ella y la pokéball.
Suspiré. “Así están las cosas, ¿no? Supongo que tampoco querrás entrar en tu pokéball... Pues a ver cómo volvemos a Madrid, porque no está permitido llevar a los pokémon sueltos en el tren...” dije mientras miraba con odio a mi compañero, que se encargó de ignorar; estaba atontado por la nueva compañía de la que disfrutaba.
Un fuerte aleteo me puso en alerta y miré el cielo. Me puse la mano sobre los ojos para ver una gran figura recortada sobre el sol descendiendo sobre mi cabeza. Me lancé a un lado y un gran Pidgeot se posó donde había estado antes.
-¡A-jumba-weee!- Gritó la figura que montaba aquel ave.
-¿Qué cojones?-Le contesté yo mientras veía que aquel hombre no era ni más ni menos que el líder del tipo normal, Ángel.
-Fin del capítulo-

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 4/5)

De la nada salió un joven con pantalones cortos y gorra que bloqueó la pokéball con su cuerpo y se abalanzó sobre el Rattata gritando “este Rattata es el mejor Rattata de todos los Rattata”.
-¡Oye!- Grité. -¡Ese Rattata es mío, fuera de mi camino!- Decía mientras me aproximaba y recogía mi pokéball del suelo.
El joven me miró seriamente con el Rattata aún en sus brazos.
-¡Jamás! ¡Este Rattata será el primer pokémon que capture!
De pronto apareció de la nada otra persona, como si se hubiera puesto de moda salir de ninguna parte. Me cogió la pokéball de la mano y golpeó al Rattata que aún estaba en brazos del chico. El pokémon no volvió a salir de ahí.
-¿¡Qué haces!?- Gritó el chico sin poder contener la rabia.
Yo, que estaba en mi mundo ante lo que acababa de suceder, levanté la cabeza.
-Gracias por ayudarme con esto Minerva.- Dije sin comprender porque estaba ella ahí.
-No hay de qué, y tú- añadió mirando al sollozante niño -no eres entrenador pokémon, por lo que no puedes capturar pokémon, otra vez será. Además,- señaló mi pokédex, que comenzaba a emitir sonido -eso no era un Rattata.
Y sin dejarme contestar nada desapareció corriendo. Que chica tan extraña.
-Ditto, el pokémon "Transformante". Tipo Normal. Ditto es un pokémon con un cuerpo simple y amorfo, lo que le permite cambiar sus células de modo que adquieren la forma y habilidades de pokémon cercanos. En ocasiones también son capaces de transformarse por memoria, aunque suelen olvidar ciertos detalles que hacen que el cambio resulte incompleto e inútil. La media de duración de una transformación es de 15 minutos si está moviéndose o atacando, en cambio, si Ditto está parado puede estar transformado durante 8 horas. Viven en zonas cercanas a ciudades, donde los pokémon abundan y pueden pasar desapercibidos, cuando llega la noche, se transforman en piedra de forma que pueden pasar la noche a salvo. Su flexibilidad les impide caer paralizados.
Vaya vaya, sólo era un Ditto que se había transformado en dos pokémon a la misma vez. No sabía que se podía hacer eso, pero no importa, ahora tengo un nuevo pokémon conmigo, ahora estoy preparado para enfrentarme al primer líder de gimnasio.
Sin embargo, a mi lado, el chico aún gimoteaba.
-No te preocupes chaval, cuando tengas dieciocho años podrás ser entrenador pokémon y tener tantos Rattata como quieras.
-Cuando sea entrenador- dijo entre sollozos -pienso vengarme por esto. Me llamo Chano, recuérdalo.
Y se fue corriendo de allí. Definitivamente hay gente muy rara en Humanes.
Entré en casa, y tras la cena, me fui a dormir. Pasó largo rato desde que me acosté hasta que conseguí roncar, porque aún repasaba mentalmente los acontecimientos del día.
Cuando sonó el despertador me levanté de golpe, y al apagarlo volví a acostarme, como solía hacer siempre. Media hora más tarde terminé de levantarme del todo. Ya iba tarde. Bajé a la cocina para desayunar, no había nadie. Quizá las ocho de la mañana era una hora muy temprana para las vacaciones.
Tras desayunar y vestirme fui andando al tren, y finalmente llegué a la estación de La Serna, dónde estaba Carlos esperándome.
Fuimos hacia Aranjuez, porque es un sitio campestre y bonito, con bastante biodiversidad. El plan era caminar, hablar y despedirnos mientras durase la prueba, desearnos suerte mutuamente, combatir y, si encontrábamos algo chulo, capturar.
En toda la mañana no encontramos nada interesante, y en los combates siempre quedábamos muy igualados. Pronto comenzamos a aburrirnos.
-Vámonos, anda, que no quiero perder el vuelo.
-Vale, pero espera, me han dicho que por aquí hay Nidoran, y quiero tener una compañera para mi Onii-San.
Carlos me miró con ceño, pero no dijo nada. Era la una, aún tenía dos horas para llegar al aeropuerto.
Pero tras mucho tiempo buscando, lo máximo que encontramos fue un Fearow que huyó cuando trató de combatir contra Ditto (ahora llamado Jelly) y a Carlos se le hizo demasiado tarde.
-Venga, vámonos ya, que tengo que coger un avión.- Pero mientras decía esto, yo vislumbré mi objetivo, una escurridiza Nidoran olfateaba el suelo, y al ver venir la pokéball salió corriendo.
Me dispuse a correr tras ella, pero Carlos me agarró el brazo, "ya es suficiente" fue lo que dijo, pero "ahora que la tienes no la vas a tener" fue lo que yo oí.
-Yo no me voy, lo siento. Ahora que estoy tan cerca no voy a dejar escapar esta oportunidad.
Carlos frunció el entrecejo. -No me jodas Juanma- dijo mientras me asesinaba mentalmente.
-Toma- le tendí una pokéball -llevate a Jelly. Los Fearow son rápidos, podrás llegar a Barajas a tiempo.- Dije mientras miraba a Ditto transformado en aquél majestuoso ave.
La expresión de Carlos se suavizó. Sin mediar palabra se subió en la grupa de Jelly y surcó los cielos a lomos de aquel feroz Fearow que no era más que una masa pegajosa en realidad.
-Continuará...-

jueves, 27 de septiembre de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 3/5)

-¡He ganado! Venga, venga, no te me hundas ¿vale? A veces se gana y a veces se pierde, así es la vida.- Dijo mientras se reía para intentar animarme.
Me levanté con su ayuda, “buen combate”, fue todo lo que pude decirle. Miré las tres pokéball que se encontraban en mi brazalete y comenzamos a andar camino del hotel.
Cuando llegamos, nos encaminamos a la enfermería para una inspección pos-combate. Para mi sorpresa, no éramos los únicos en combatir ésa mañana. Carlos y Vero se encontraban en una acalorada discusión sobre quién tenía la culpa de su derrota.
-¡Si tu Tauros no se hubiera interpuesto en las ascuas de mi Charmander habríamos derrotado a Pablo!- Decía Vero.
-¡¿Pero qué dices?! ¡De no ser porque Tauros empujó a Charmander, Beldum le hubiera impactado y lo habría derrotado!- Afirmaba Carlos.
-¡Calmaos un poco! ¿Qué pasa aquí?- Pregunté.
-Pues que hemos retado a Pablo a un combate. Primero ha dicho que no teníamos ninguna oportunidad porque no teníamos pokémon fuertes.- Decía Vero nerviosa.
-Y entonces yo le he llamado gallina. Él se ha ofendido y ha propuesto que combatiésemos los dos a la vez contra su Beldum. Pero al final ha resultado un desastre porque Vero no paraba de meterse en medio.
-¡No me metía en medio! ¡Sólo ayudaba a que no le pateasen el culo a tu Tauros!
-¿Y para qué? ¿Acaso ha servido de algo?
-Calma, calma. Por favor relajaos un poco, no quiero que discutáis por tonterías de este calibre.- Dije intentando relajar el ambiente un poco.
Cada uno miró hacia un lado distinto, evitándose la mirada. Son como críos, pensé mientras me reía en mis adentros.
Tras recoger todos nuestros pokémon, nos dirigimos al autobús que nos debía llevar al aeropuerto. Allí nos esperaba Bruce. Llegamos al aeropuerto en tiempo récord y nos tocó sufrir los habituales retrasos de las compañías aéreas a la hora de despegar.
Finalmente estábamos todos en el aeropuerto de Barajas para las 13:24 del día 3 de Julio de 2011, un mágico día en el que nuestras andanzas comenzaban.
Saludé a mi madre que había venido a recogernos junto a mi hermano pequeño. La abracé y la dí las buenas noticias; había ganado el torneo y además ya tenía tres pokémon conmigo. Mi madre me dio la enhorabuena, a mi y a Carlos y Vero.
Mi madre es algo más bajita que yo, lleva el pelo corto y rizado de color castaño-rubio. Lleva gafas normalmente, su vista no es mala, pero no es la mejor del mundo. Es la mejor madre del mundo, y no porque lo diga yo. Es muy amable y buena, aunque cuando se enfada da miedo.
Mi hermano pequeño se llama Javi y es muy muy pequeño, aunque tiene 12 casi 13 años es bajito a más no poder. Dicen que es mi mini-clon, a mi no me lo parece, pero bueno. De mayor quiere ser líder de gimnasio, como lo fue nuestro padre.
Nuestro padre llegó a ser un líder muy importante, su pokémon inicial fue un Zigzagoon al que nunca quiso evolucionar. Tras la muerte de mi padre durante una misión, le dio el cargo a un tipo llamado Paco, que era un antiguo amigo suyo y que fue el predecesor de Kurim. Mi padre siempre se rehusó a entrenarnos a mis hermanos y a mí, decía que era muy peligroso meternos en combates pokémon tan jóvenes, por eso he tenido que esperar a cumplir los 18 para presentarme al examen de acceso a entrenador pokémon.
Llegamos los cinco a mi casa, un chalet de tres plantas en las afueras de Humanes de Madrid, un pueblucho de mala muerte cerca de Fuenlabrada.
La casa es bastante grande y acogedora, tiene un jardín amplio que ocupa zona de la entrada y rodea la casa por la izquierda hasta llegar a la parte trasera. Tenemos una piscina dónde solían descansar los pokémon de agua de mi padre pero que ahora está vacía de vida.
Cuando un líder muere, si no hay nadie que pueda heredar sus pokémon, son donados al zoo de la ciudad. Nosotros conseguimos quedarnos con el Zigzagoon debido a que entraba dentro de la categoría de pokémon mascota.
Antes de entrar en la casa hay una salita de estar de madera muy confortable. Entramos en la casa, con un gran salón al fondo y detrás un porche dónde vive el viejo Zigzagoon de la familia; Lobi. En el segundo piso se encuentran las habitaciones y en la última la buhardilla.
Subo a mi habitación un momento y cojo mi colgante. Me lo enfundo al cuello. No es más que un colgante antiguo de plata con una forma extraña, pero le tengo cariño.
Se me ocurre una idea y voy a la habitación de mis padres. Rebusco en la antigua mesilla de noche de mi padre y ¡bingo! Saco una pokéball de las antiguas, de las que son macizas y de un metal muy pesado. La observo y en cuanto a tamaño es más pequeña que las mías y no se abre por la mitad. En su lugar, un láser salido del botón central es el dispositivo de portales que teletransporta a los pokémon.
Pongo la pokéball en mi muñequera y bajo al salón donde están Vero, Carlos, Javi y mi madre. Están charlando sobre todo lo ocurrido en el torneo. Mi madre me mira muy seria y me reprende:
-¿Ganas a tu amigo de la infancia y pierdes contra un desconocido desalmado?
-¡Pero mamá! ¡Contra Carlos tenía que ganar para conseguir la licencia, y además Pablo era muy fuerte!- Contesto cual niño pequeño en un berrinche.
-¿Y que coño haces con la pokéball de tu padre en la muñeca?
-¡Voy a llevarme al Lobi conmigo, a combatir que es lo suyo y está oxidado!
-¡Lo que está es viejo! ¡Si te lo llevas ahora lo único que vas a hacer es joderle la salud!
Discutimos un buen rato, pero finalmente mi madre acaba diciendo lo típico “haz lo que te dé la gana”; por suerte para mí, Lobi también quería combatir después de tanto tiempo.
Salimos los tres en dirección a la estación de tren, yo iba para acompañar a mis amigos a sus casas, cuando sonaron nuestras pokédex. Era un mensaje de Madrazo; ya teníamos asignado el primer líder al que visitaríamos.
Mi primera parada era España; me quedaría en casita dos días más. Me asomé a la pokédex de Carlos; Dakota del sur, mañana a las 15 tenía su vuelo, la tarjeta de embarque estaba dentro de la pokédex. El destino de Vero era Egipto, a la misma hora.
Según decían nuestras pokédex, pasaríamos la noche del 4 de Julio en casa del líder en cuestión, el 5 de Julio aprenderíamos lo que nos enseñasen y el 6 de Julio combatiríamos por la mañana y por la tarde volaríamos a nuestro siguiente destino.
Llegamos al tren y quedé con ellos para mañana, para capturar algo antes de irnos. Vero no quiso, estaba nerviosa y no quería llegar tarde. Llegó el tren, montaron y se marcharon. Yo volví a casa, pero paré por el camino; ya me había quedado sin pokéball y necesitaba alguna más.
Entré en la tienda <<Pokéstuff>> e hice las compras, una honorball; blanca a excepción de la línea que separa la parte de arriba de la de abajo, que era roja. Dos pokéball Hdz-2006, una de color azul y otra verde, dos modelos parecidos a las NF-2010 que me dieron en el torneo con la excepción de que sólo podía capturar pokémon de entre 10 centímetros y 20 metros. No esperaba capturar nada muy grande, asique no importa. Metí los códigos en los procesadores de las pokéball y me marché de vuelta a casa, mientras investigaba en la pokédex como cambiar un pokémon de una pokéball a otra distinta.
Llegué a mi casa a las 8 de la noche, pero antes de entrar algo llamó mi atención en el campo que hay en frente de mi casa. Un Buneary huyendo de un Rattata con alas. El descubrimiento del siglo, debía llevárselo a Madrazo sin falta. Cogí la pokéball en la que hacía unos minutos había estado Ekans (ahora estaba en la honorball) y se la lancé a aquel extraño Rattata.

viernes, 6 de abril de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 2/5)

-Si no la quieres me la das, ¿vale?- Me dijo con una sonrisa perfecta.
Miré el Ekans atrapado en la trampa. Se revolvía intentando escapar. Debía medir unos 45 centímetros y por encima de todo ello destacaba su color; debía ser un Ekans albino.
Se me iluminaron los ojos. Un pokémon variocolor y uno albino ¿¡qué más podía pedir!?

-¡Joder, claro que lo quiero! Es un ejemplar bastante raro.- Dije sin poder contener una extraña emoción.
Saqué la pokéball y la lancé hacia la trampa. Ekans se metió en su interior. La pokéball rodó y se volvió a abrir dejando escapar a Ekans.

-¡Mierda!- Grité mientras observaba escapar a Ekans.
-¡Jigglypuff usa canto!- Se apresuró a decir aquella chica mientras lanzaba una pokéball.
Ekans se quedó dormido en mitad de su fuga. Recogí la pokéball del suelo, me acerqué a Ekans y le golpeé con ella. El pokémon entró en el artefacto y esta vez se quedó dentro.

-Ekans, el pokémon "reptil venenoso". Tipo veneno. Ekans carece de extremidades, por lo que se desplaza arrastrándose sobre su cuerpo y es capaz de escabullirse por cualquier orificio. Es muy sigiloso, nunca se sabe si está al acecho, y su tamaño aumenta con el paso del tiempo hasta llegar a medir 2 metros. Los Ekans jóvenes aún no han desarrollado veneno en su mandíbula. Viven en praderas, donde abundan sus presas, que son pequeños pokémon pájaro y huevos. Tiene la habilidad de intimidar a sus rivales, haciendo que su ataque disminuya y la de mudar de piel cuando está afectado por un problema de estado como las quemaduras.
Me acerqué a la chica que ahora estaba acariciando la cabeza de Jigglypuff y me presenté.
-Muchas gracias por tu ayuda. Sin ti hubiera perdido a ese valioso Ekans. Soy Juanma, entrenador pokémon recién licenciado.

-Ha sido un placer, no te preocupes pa... patatas.- La chica se puso roja mientras la miraba con curiosidad.
-¿Patatas?
-Si me das una bolsa de patatas quedaremos en paz. ¿vale?
-Hmm, vale, supongo. Por cierto, aún no me has dicho tu nombre, ni porqué tienes un pokémon teniendo 16 años...

-Supongo que no pasa nada si te lo digo. Soy la hija de una líder de gimnasio, mi nombre es Minerva.
-¿Y cuándo te daré las patatas?

-No te preocupes por eso, nos volveremos a ver.- Dijo con un tono misterioso en la voz y, acto seguido, se fue volando sobre un hinchado Jigglypuff que actuaba de globo aerostático muy inseguro.

Con tres pokémon en mi haber ya estaba preparado para mi enfrentamiento con Edu.
-¿Qué ha sido eso? Normalmente mi atractivo atrae a todas las mujeres, pero esa ni me ha mirado.
-¿Te has ofendido? Será que yo soy más guapo que tú.

Los dos nos reímos, no sé si la risa de Edu era cruel o no, pero no me importaba, ahora le daría su merecido en forma de una derrota pokémon.
Mi primera opción fue enviar a Néstor; el Pidgey de las plumas cortas, que tuvo que enfrentarse a un Joltik.

Era un combate igualado, volador vence a bicho, eléctrico vence a volador. Joltik era microscópico, lo cual era ventajoso y desventajoso por igual.
Comencé el combate ordenando a Pidgey elevarse. Craso error, a pesar de la vista lince de Pidgey, Joltik era demasiado pequeño como para vérsele desde tan lejos. De pronto, un rayo salió disparado hacia Pidgey. Con la velocidad que caracteriza a la electricidad, impactó contra Néstor. Pidgey cayó en picado sobre el suelo. Mientras apreciaba que olía a pollo frito, Pidgey volvió a su pokéball.

Maldije mi torpeza mientras liberaba a Inigan; el Ekans albino. Sus ojos rojos buscaron la presa. Joltik saltó y se adhirió a la piel de Ekans y comenzó a picarle. Ekans mudó la piel, dejando su enemigo en la piel anterior y se lanzó a engullirlo. Las fauces de Ekans se abrieron y se volvieron a cerrar con Joltik en su interior. De pronto, Ekans sufrió un calambrazo. Joltik aún daba guerra. Ekans lo escupió y expulsó veneno. El pequeño pokémon se encontraba en un charco de veneno, por lo que no pudo evitar caer envenenado y volver a su pokéball. Edu se sacó una baya meloc del bolsillo y la metió en la pokéball de Joltik. Menos mal que es previsor.

Su siguiente elección fue un Psyduck, que nada más salir lanzó un chorro de agua directo a la cabeza de Ekans y, antes de que pudiera abrir los ojos, la confusión de Psyduck hizo que Inigan volviese a su pokéball.

Ya sólo me quedaba Nidorino, que salió con el cuerno por delante. Impactó a Psyduck en la cabeza, pasando de refilón. Psyduck se llevó las manos a la cabeza y comenzó a gimotear. Sus poderes Psíquicos se liberaron de golpe, Nidorino comenzó a flotar levemente en el aire y fue lanzado contra un árbol. Finalmente, el ataque confusión de Psyduck acabó con él.

Caí sobre mis rodillas contra el césped húmedo. Había perdido, Edu ni se había despeinado.

-Continuará...-

viernes, 30 de marzo de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 1/5)

Día 3 de Julio, 09:30 de la mañana.

-¡Vamos, despierta holgazán!- Reía Edu.

Anoche me eché en la cama nada más llegar. Soy muy dormilón y en cuanto vi la cama me dio sopor. No sé cuando llegó Edu, pero yo ya estaba dormido cuando él regresó.

-¡Venga! ¡Tenemos que combatir Juanma!- Edu se puso serio. -Quiero ver si el vencedor del primer torneo es igual de fuerte que el del segundo y el tercero.

-Vale, vale. Pero te advierto que no voy a usar a Nidorino. Ayer conseguí un nuevo fichaje.

-Pues mejor, porque yo ya tengo tres pokémon.

-¡Vaya! Tú no pierdes el tiempo, ¿eh?- Dije con una sonrisita de idiota en mi cara. -¿Qué quieres, un dos contra tres?

-No. Si te venciera en esas condiciones sentiría que es por ventaja numérica. Prefiero que compitamos igualados. Pero prefiero que tengas tres pokémon.

-Pero si volamos en dos horas. ¿¡Qué quieres que capture en un lugar como este a estas horas!?

-Bueno. Como eres entrenador de veneno había pensado que igual querías capturar un Ekans. Me han dicho que a estas horas salen a cazar en el prado que hay a veinte minutos de aquí. Además ahí podremos combatir tranquilamente.

¿Un Ekans? Es un pokémon muy simple. No es más que un reptil sin extremidades que lo único útil que puede hacer es morder. Pero bueno, me gustan los retos, escogí el tipo veneno precisamente por eso mismo. Dicho queda, me haré con el Ekans más poderoso del mundo.

-¿Qué piensas tanto? Te has quedado empanao.

Salimos a la calle y nos fuimos hacia el campo dónde íbamos a combatir después de que yo capturase un Ekans. Estuvimos paseando, atentos a cualquier movimiento, pero nada....

Busqué un nido de Pidgey, le robé los huevos y coloqué diversas trampas para atrapar un Ekans.

-Ya está. Volvamos dentro de media hora para ver si he conseguido algo.- Dije con orgullo a Edu que estaba impaciente por combatir.

Media hora después volvimos a revisar todas las trampas. Había colocado diez. La primera estaba vacía, no quedaba ni el huevo; había fallado. La segunda y la tercera aún conservaban el huevo. La cuarta tenía un Ekans esmirriado, por lo que decidí soltarlo. No había rastro de la quinta trampa, algo la había desmontado y se la había llevado. Las trampas seis y siete aún conservaban el cebo. La octava tenía dentro un Pidgey, probablemente la madre a la que había robado, la devolví el huevo y la solté de la jaula. La penúltima trampa tenía premio. Una chica pelirroja estaba sentada observando el ejemplar de Ekans que había dentro.

-¡Ala! ¡Qué chula! ¡Que suerte has tenido!- Me dijo la pelirroja mientras me guiñaba un ojo y hacía que me pusiera rojo.

La miré, tenía los ojos claros, era un marrón con los bordes en tonos verdosos. Tenía pecas en las redondas mejillas y los hombros, que llevaba al descubierto. Su larga melena, roja como el fuego se rizaba en bucles infinitos.

No seguí mirándola mucho porque debía tener unos 16 años y no quería meterme en problemas con la ley ni con mi novia.
-Continuará...-