-¡He
ganado! Venga, venga, no te me hundas ¿vale? A veces se gana y a
veces se pierde, así es la vida.- Dijo mientras se reía para
intentar animarme.
Me
levanté con su ayuda, “buen combate”, fue todo lo que pude
decirle. Miré las tres pokéball que se encontraban en mi brazalete
y comenzamos a andar camino del hotel.
Cuando
llegamos, nos encaminamos a la enfermería para una inspección
pos-combate. Para mi sorpresa, no éramos los únicos en combatir ésa
mañana. Carlos y Vero se encontraban en una acalorada discusión
sobre quién tenía la culpa de su derrota.
-¡Si
tu Tauros no se hubiera interpuesto en las ascuas de mi Charmander
habríamos derrotado a Pablo!- Decía Vero.
-¡¿Pero
qué dices?! ¡De no ser porque Tauros empujó a Charmander, Beldum
le hubiera impactado y lo habría derrotado!- Afirmaba Carlos.
-¡Calmaos
un poco! ¿Qué pasa aquí?- Pregunté.
-Pues
que hemos retado a Pablo a un combate. Primero ha dicho que no
teníamos ninguna oportunidad porque no teníamos pokémon fuertes.-
Decía Vero nerviosa.
-Y
entonces yo le he llamado gallina. Él se ha ofendido y ha propuesto
que combatiésemos los dos a la vez contra su Beldum. Pero al final
ha resultado un desastre porque Vero no paraba de meterse en medio.
-¡No
me metía en medio! ¡Sólo ayudaba a que no le pateasen el culo a tu
Tauros!
-¿Y
para qué? ¿Acaso ha servido de algo?
-Calma,
calma. Por favor relajaos un poco, no quiero que discutáis por
tonterías de este calibre.- Dije intentando relajar el ambiente un
poco.
Cada
uno miró hacia un lado distinto, evitándose la mirada. Son como
críos, pensé mientras me reía en mis adentros.
Tras
recoger todos nuestros pokémon, nos dirigimos al autobús que nos
debía llevar al aeropuerto. Allí nos esperaba Bruce. Llegamos al
aeropuerto en tiempo récord y nos tocó sufrir los habituales
retrasos de las compañías aéreas a la hora de despegar.
Finalmente
estábamos todos en el aeropuerto de Barajas para las 13:24 del día
3 de Julio de 2011, un mágico día en el que nuestras andanzas
comenzaban.
Saludé
a mi madre que había venido a recogernos junto a mi hermano pequeño.
La abracé y la dí las buenas noticias; había ganado el torneo y
además ya tenía tres pokémon conmigo. Mi madre me dio la
enhorabuena, a mi y a Carlos y Vero.
Mi
madre es algo más bajita que yo, lleva el pelo corto y rizado de
color castaño-rubio. Lleva gafas normalmente, su vista no es mala,
pero no es la mejor del mundo. Es la mejor madre del mundo, y no
porque lo diga yo. Es muy amable y buena, aunque cuando se enfada da
miedo.
Mi
hermano pequeño se llama Javi y es muy muy pequeño, aunque tiene 12
casi 13 años es bajito a más no poder. Dicen que es mi mini-clon, a
mi no me lo parece, pero bueno. De mayor quiere ser líder de
gimnasio, como lo fue nuestro padre.
Nuestro
padre llegó a ser un líder muy importante, su pokémon inicial fue
un Zigzagoon al que nunca quiso evolucionar. Tras la muerte de mi
padre durante una misión, le dio el cargo a un tipo llamado Paco,
que era un antiguo amigo suyo y que fue el predecesor de Kurim. Mi
padre siempre se rehusó a entrenarnos a mis hermanos y a mí, decía
que era muy peligroso meternos en combates pokémon tan jóvenes, por
eso he tenido que esperar a cumplir los 18 para presentarme al examen
de acceso a entrenador pokémon.
Llegamos
los cinco a mi casa, un chalet de tres plantas en las afueras de
Humanes de Madrid, un pueblucho de mala muerte cerca de Fuenlabrada.
La
casa es bastante grande y acogedora, tiene un jardín amplio que
ocupa zona de la entrada y rodea la casa por la izquierda hasta
llegar a la parte trasera. Tenemos una piscina dónde solían
descansar los pokémon de agua de mi padre pero que ahora está vacía
de vida.
Cuando
un líder muere, si no hay nadie que pueda heredar sus pokémon, son
donados al zoo de la ciudad. Nosotros conseguimos quedarnos con el
Zigzagoon debido a que entraba dentro de la categoría de pokémon
mascota.
Antes
de entrar en la casa hay una salita de estar de madera muy
confortable. Entramos en la casa, con un gran salón al fondo y
detrás un porche dónde vive el viejo Zigzagoon de la familia; Lobi.
En el segundo piso se encuentran las habitaciones y en la última la
buhardilla.
Subo
a mi habitación un momento y cojo mi colgante. Me lo enfundo al
cuello. No es más que un colgante antiguo de plata con una forma
extraña, pero le tengo cariño.
Se
me ocurre una idea y voy a la habitación de mis padres. Rebusco en
la antigua mesilla de noche de mi padre y ¡bingo! Saco una pokéball
de las antiguas, de las que son macizas y de un metal muy pesado. La
observo y en cuanto a tamaño es más pequeña que las mías y no se
abre por la mitad. En su lugar, un láser salido del botón central
es el dispositivo de portales que teletransporta a los pokémon.
Pongo
la pokéball en mi muñequera y bajo al salón donde están Vero,
Carlos, Javi y mi madre. Están charlando sobre todo lo ocurrido en
el torneo. Mi madre me mira muy seria y me reprende:
-¿Ganas
a tu amigo de la infancia y pierdes contra un desconocido desalmado?
-¡Pero
mamá! ¡Contra Carlos tenía que ganar para conseguir la licencia, y
además Pablo era muy fuerte!- Contesto cual niño pequeño en un
berrinche.
-¿Y
que coño haces con la pokéball de tu padre en la muñeca?
-¡Voy
a llevarme al Lobi conmigo, a combatir que es lo suyo y está
oxidado!
-¡Lo
que está es viejo! ¡Si te lo llevas ahora lo único que vas a hacer
es joderle la salud!
Discutimos
un buen rato, pero finalmente mi madre acaba diciendo lo típico “haz
lo que te dé la gana”; por suerte para mí, Lobi también quería
combatir después de tanto tiempo.
Salimos
los tres en dirección a la estación de tren, yo iba para acompañar
a mis amigos a sus casas, cuando sonaron nuestras pokédex. Era un
mensaje de Madrazo; ya teníamos asignado el primer líder al que
visitaríamos.
Mi
primera parada era España; me quedaría en casita dos días más. Me
asomé a la pokédex de Carlos; Dakota del sur, mañana a las 15
tenía su vuelo, la tarjeta de embarque estaba dentro de la pokédex.
El destino de Vero era Egipto, a la misma hora.
Según
decían nuestras pokédex, pasaríamos la noche del 4 de Julio en
casa del líder en cuestión, el 5 de Julio aprenderíamos lo que nos
enseñasen y el 6 de Julio combatiríamos por la mañana y por la
tarde volaríamos a nuestro siguiente destino.
Llegamos
al tren y quedé con ellos para mañana, para capturar algo antes de
irnos. Vero no quiso, estaba nerviosa y no quería llegar tarde.
Llegó el tren, montaron y se marcharon. Yo volví a casa, pero paré
por el camino; ya me había quedado sin pokéball y necesitaba alguna
más.
Entré
en la tienda <<Pokéstuff>> e hice las compras, una
honorball; blanca a excepción de la línea que separa la parte de
arriba de la de abajo, que era roja. Dos pokéball Hdz-2006, una de
color azul y otra verde, dos modelos parecidos a las NF-2010 que me
dieron en el torneo con la excepción de que sólo podía capturar
pokémon de entre 10 centímetros y 20 metros. No esperaba capturar
nada muy grande, asique no importa. Metí los códigos en los
procesadores de las pokéball y me marché de vuelta a casa, mientras
investigaba en la pokédex como cambiar un pokémon de una pokéball
a otra distinta.
Llegué
a mi casa a las 8 de la noche, pero antes de entrar algo llamó mi
atención en el campo que hay en frente de mi casa. Un Buneary
huyendo de un Rattata con alas. El descubrimiento del siglo, debía
llevárselo a Madrazo sin falta. Cogí la pokéball en la que hacía
unos minutos había estado Ekans (ahora estaba en la honorball) y se
la lancé a aquel extraño Rattata.
No hay comentarios:
Publicar un comentario