jueves, 27 de septiembre de 2012

Capítulo 4. Comienza la aventura. (Parte 3/5)

-¡He ganado! Venga, venga, no te me hundas ¿vale? A veces se gana y a veces se pierde, así es la vida.- Dijo mientras se reía para intentar animarme.
Me levanté con su ayuda, “buen combate”, fue todo lo que pude decirle. Miré las tres pokéball que se encontraban en mi brazalete y comenzamos a andar camino del hotel.
Cuando llegamos, nos encaminamos a la enfermería para una inspección pos-combate. Para mi sorpresa, no éramos los únicos en combatir ésa mañana. Carlos y Vero se encontraban en una acalorada discusión sobre quién tenía la culpa de su derrota.
-¡Si tu Tauros no se hubiera interpuesto en las ascuas de mi Charmander habríamos derrotado a Pablo!- Decía Vero.
-¡¿Pero qué dices?! ¡De no ser porque Tauros empujó a Charmander, Beldum le hubiera impactado y lo habría derrotado!- Afirmaba Carlos.
-¡Calmaos un poco! ¿Qué pasa aquí?- Pregunté.
-Pues que hemos retado a Pablo a un combate. Primero ha dicho que no teníamos ninguna oportunidad porque no teníamos pokémon fuertes.- Decía Vero nerviosa.
-Y entonces yo le he llamado gallina. Él se ha ofendido y ha propuesto que combatiésemos los dos a la vez contra su Beldum. Pero al final ha resultado un desastre porque Vero no paraba de meterse en medio.
-¡No me metía en medio! ¡Sólo ayudaba a que no le pateasen el culo a tu Tauros!
-¿Y para qué? ¿Acaso ha servido de algo?
-Calma, calma. Por favor relajaos un poco, no quiero que discutáis por tonterías de este calibre.- Dije intentando relajar el ambiente un poco.
Cada uno miró hacia un lado distinto, evitándose la mirada. Son como críos, pensé mientras me reía en mis adentros.
Tras recoger todos nuestros pokémon, nos dirigimos al autobús que nos debía llevar al aeropuerto. Allí nos esperaba Bruce. Llegamos al aeropuerto en tiempo récord y nos tocó sufrir los habituales retrasos de las compañías aéreas a la hora de despegar.
Finalmente estábamos todos en el aeropuerto de Barajas para las 13:24 del día 3 de Julio de 2011, un mágico día en el que nuestras andanzas comenzaban.
Saludé a mi madre que había venido a recogernos junto a mi hermano pequeño. La abracé y la dí las buenas noticias; había ganado el torneo y además ya tenía tres pokémon conmigo. Mi madre me dio la enhorabuena, a mi y a Carlos y Vero.
Mi madre es algo más bajita que yo, lleva el pelo corto y rizado de color castaño-rubio. Lleva gafas normalmente, su vista no es mala, pero no es la mejor del mundo. Es la mejor madre del mundo, y no porque lo diga yo. Es muy amable y buena, aunque cuando se enfada da miedo.
Mi hermano pequeño se llama Javi y es muy muy pequeño, aunque tiene 12 casi 13 años es bajito a más no poder. Dicen que es mi mini-clon, a mi no me lo parece, pero bueno. De mayor quiere ser líder de gimnasio, como lo fue nuestro padre.
Nuestro padre llegó a ser un líder muy importante, su pokémon inicial fue un Zigzagoon al que nunca quiso evolucionar. Tras la muerte de mi padre durante una misión, le dio el cargo a un tipo llamado Paco, que era un antiguo amigo suyo y que fue el predecesor de Kurim. Mi padre siempre se rehusó a entrenarnos a mis hermanos y a mí, decía que era muy peligroso meternos en combates pokémon tan jóvenes, por eso he tenido que esperar a cumplir los 18 para presentarme al examen de acceso a entrenador pokémon.
Llegamos los cinco a mi casa, un chalet de tres plantas en las afueras de Humanes de Madrid, un pueblucho de mala muerte cerca de Fuenlabrada.
La casa es bastante grande y acogedora, tiene un jardín amplio que ocupa zona de la entrada y rodea la casa por la izquierda hasta llegar a la parte trasera. Tenemos una piscina dónde solían descansar los pokémon de agua de mi padre pero que ahora está vacía de vida.
Cuando un líder muere, si no hay nadie que pueda heredar sus pokémon, son donados al zoo de la ciudad. Nosotros conseguimos quedarnos con el Zigzagoon debido a que entraba dentro de la categoría de pokémon mascota.
Antes de entrar en la casa hay una salita de estar de madera muy confortable. Entramos en la casa, con un gran salón al fondo y detrás un porche dónde vive el viejo Zigzagoon de la familia; Lobi. En el segundo piso se encuentran las habitaciones y en la última la buhardilla.
Subo a mi habitación un momento y cojo mi colgante. Me lo enfundo al cuello. No es más que un colgante antiguo de plata con una forma extraña, pero le tengo cariño.
Se me ocurre una idea y voy a la habitación de mis padres. Rebusco en la antigua mesilla de noche de mi padre y ¡bingo! Saco una pokéball de las antiguas, de las que son macizas y de un metal muy pesado. La observo y en cuanto a tamaño es más pequeña que las mías y no se abre por la mitad. En su lugar, un láser salido del botón central es el dispositivo de portales que teletransporta a los pokémon.
Pongo la pokéball en mi muñequera y bajo al salón donde están Vero, Carlos, Javi y mi madre. Están charlando sobre todo lo ocurrido en el torneo. Mi madre me mira muy seria y me reprende:
-¿Ganas a tu amigo de la infancia y pierdes contra un desconocido desalmado?
-¡Pero mamá! ¡Contra Carlos tenía que ganar para conseguir la licencia, y además Pablo era muy fuerte!- Contesto cual niño pequeño en un berrinche.
-¿Y que coño haces con la pokéball de tu padre en la muñeca?
-¡Voy a llevarme al Lobi conmigo, a combatir que es lo suyo y está oxidado!
-¡Lo que está es viejo! ¡Si te lo llevas ahora lo único que vas a hacer es joderle la salud!
Discutimos un buen rato, pero finalmente mi madre acaba diciendo lo típico “haz lo que te dé la gana”; por suerte para mí, Lobi también quería combatir después de tanto tiempo.
Salimos los tres en dirección a la estación de tren, yo iba para acompañar a mis amigos a sus casas, cuando sonaron nuestras pokédex. Era un mensaje de Madrazo; ya teníamos asignado el primer líder al que visitaríamos.
Mi primera parada era España; me quedaría en casita dos días más. Me asomé a la pokédex de Carlos; Dakota del sur, mañana a las 15 tenía su vuelo, la tarjeta de embarque estaba dentro de la pokédex. El destino de Vero era Egipto, a la misma hora.
Según decían nuestras pokédex, pasaríamos la noche del 4 de Julio en casa del líder en cuestión, el 5 de Julio aprenderíamos lo que nos enseñasen y el 6 de Julio combatiríamos por la mañana y por la tarde volaríamos a nuestro siguiente destino.
Llegamos al tren y quedé con ellos para mañana, para capturar algo antes de irnos. Vero no quiso, estaba nerviosa y no quería llegar tarde. Llegó el tren, montaron y se marcharon. Yo volví a casa, pero paré por el camino; ya me había quedado sin pokéball y necesitaba alguna más.
Entré en la tienda <<Pokéstuff>> e hice las compras, una honorball; blanca a excepción de la línea que separa la parte de arriba de la de abajo, que era roja. Dos pokéball Hdz-2006, una de color azul y otra verde, dos modelos parecidos a las NF-2010 que me dieron en el torneo con la excepción de que sólo podía capturar pokémon de entre 10 centímetros y 20 metros. No esperaba capturar nada muy grande, asique no importa. Metí los códigos en los procesadores de las pokéball y me marché de vuelta a casa, mientras investigaba en la pokédex como cambiar un pokémon de una pokéball a otra distinta.
Llegué a mi casa a las 8 de la noche, pero antes de entrar algo llamó mi atención en el campo que hay en frente de mi casa. Un Buneary huyendo de un Rattata con alas. El descubrimiento del siglo, debía llevárselo a Madrazo sin falta. Cogí la pokéball en la que hacía unos minutos había estado Ekans (ahora estaba en la honorball) y se la lancé a aquel extraño Rattata.

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