Contemplé la escena impotente; Tauros se negaba a retirar su pezuña, mientras que Nidoran gritaba del dolor.
Junté mis manos y rogué al cielo por un milagro. Deseaba que esta tortura terminase de inmediato. Entonces, me pareció ver una débil luz en el cielo, como una estrella fugaz que se apagó rápidamente. De pronto, algo me hizo mirar de nuevo al campo de batalla.
Los comentaristas estaban estupefactos ante lo que allí estaba ocurriendo. Nidoran había comenzado a brillar. Comenzó a cambiar de tamaño, se hizo tan grande que Tauros no pudo mantener más tiempo su pezuña encima y se echó hacia atrás. Las orejas de Nidoran comenzaron a agrandarse, mejorando su audición. Su espina dorsal comenzó a marcarse y su cuerno empezó a crecer. Sus patas poco a poco adquirieron mayor grosor y fuerza, de las patas le salieron afiladas garras, hasta que al final dejó de brillar.
No podía creerlo aún, mi preciosa Nidoran había evolucionado, y para mi sorpresa, ahora era un fiero Nidorino. No podía permitirme haber confundido un ejemplar macho variocolor con una hembra, pero ahora resultaba evidente que era un macho.
Nidorino, con su nueva altura, aún no alcanzaba a Tauros, pero al menos, ahora podía defenderse con su cuerno.
Miré a Nidorino y vi como él giraba un poco la cabeza para mirarme a mí, entonces le sonreí y le grité “¡Muy bien Nidorino! ¡Vamos a ganar a ese Tauros!” Seguidamente, Nidorino alzó la cabeza y lanzó un grito de guerra, tras lo cual se lanzó al combate. Primero se dispuso a un lado de Tauros y ordenándolo usar cornada, logró derribarle. Carlos aún se encontraba estupefacto ante lo que acababa de pasar. Pero se incorporó rápidamente al combate ordenando a Tauros usar también cornada.
Tauros se aproximaba y sólo me quedaba una oportunidad, asique pedí a Nidorino que usase picotazo venenoso. Las dos cabezas chocaron y su estruendo sonó en todo el campo. Ambos empujaban con fuerza al otro, hasta que en un descuido de Nidorino, uno de los cuernos de Tauros le pasó a través de una oreja, perforándola.
Nidorino aulló y miró agresivamente a Tauros, fue en ese momento cuando la sangre de Nidorino -que resbalaba por el cuerno de Tauros- llegó hasta su cabeza provocando un envenenamiento. -Eso es lo que la mayoría de expertos llamaría punto tóxico, pero yo prefiero decir que la sangre de estos pokémon es como el veneno puro.
Tauros aún seguía levemente en pie. Fue entonces cuando reflexioné, los Nidorino también poseen la habilidad rivalidad, con lo que se vuelven más fuertes si luchan contra otros machos, y Tauros es macho. De no ser por esto, Nidorino no hubiera podido aguantar tanto peleando contra un adversario tan duro.
Carlos mandó a su Tauros un último ataque y lo arriesgó todo a una carta; giga impacto. Con una velocidad pasmosa, Tauros se acercó hasta Nidorino y sin parar le golpeó con todas sus fuerzas. Este movimiento dejó exhausto a Tauros y muy débil a Nidorino. Tauros cayó a causa del veneno, y cuando el árbitro iba a pitar un empate, Nidorino consiguió ponerse en pie y lanzar un grito de júbilo.
Había ganado mi primer torneo y ahora podría tener mi primer pokémon, estaba muy emocionado, asique corrí hacia donde estaba Nidorino, lo abracé y le dije “muchas gracias por todo, no lo hubiera conseguido sin ti. Espero que nos llevemos bien, porque tú te vienes conmigo”.
Seguidamente me acerqué a Carlos, le tendí la mano y le dije:
-Buen combate, de no ser por la evolución, hubieras ganado sin problemas.
-Muchas gracias, tú también lo has hecho bien. Me da rabia no haber ganado, pero me alegro de que al menos uno de nosotros lo haya conseguido.- Aunque se esforzaba en decir eso, se veía muy afectado y decaído.
Me acerqué hasta Diana, pero antes de que pudiera decir nada, la voz del profesor Madrazo llamándome me hizo darme la vuelta. El profesor Madrazo es la máxima autoridad en todo el planeta. Es la persona más sabia que existe, conoce cada pequeño detalle de todos los pokémon y ha hecho muchos inventos e investigaciones.
Por ejemplo, él mejoró las pokéball e inventó las pokédex, que son como libros electrónicos de bolsillo. Tienen unos sensores con los que apuntando a un pokémon te da una descripción suya.
El profesor, estaba en lo alto de una tarima, esperando paciente a que yo subiera. Al subir, me fijé un poco más en él. Era muy joven, tendría unos veintitrés años. Era alto y delgado, con un poco de perilla. Llevaba una bata blanca de científico y gafas. Me tendió la mano mientras me daba la enhorabuena por haber logrado ganar, seguidamente me pidió las tres pokéball. Se las dí y él se quedó mirándolas fijamente durante unos segundos.
Sin apartar la vista de las pokéball me preguntó “¿cuál de estos tres pokémon crees que prefiere irse contigo?” Me quedé pensando, le miré y me encogí de hombros. ¿¡Cómo iba a saber qué pokémon me prefería más si sólo llevábamos juntos dos horas!?
Madrazo me miró, resopló y dijo: “es evidente, amigo mío, que el pokémon que más desea estar contigo, es aquel que más duro ha peleado por ti y por poder ganar” me sonrió y prosiguió, “es decir, el pokémon que has evolucionado es el que más se ha esforzado.”
Me quedé mirando la pokéball que me tendió el profesor. “Adelante, cógela. Este pokémon ahora te pertenece. Debes cuidarlo, alimentarlo y hacer que se vuelva más fuerte.” Aún embobado, cogí la pokéball y una sonrisa iluminó mi cara. “Aún tengo algo para ti, Juanma” alcé mi cabeza y vi cómo de uno de sus bolsillos de la bata sacaba una pokédex, “toma, te será muy útil para capturar pokémon, entrenar los que ya tienes, poner nombres a tus pokémon y otros usos.” “¿Otros usos?” Pregunté intrigado. “Sí, con esta nueva actualización puedes jugar al buscaminas y hablar con la gente que tengas registrada.” “¡Que guay! ¡Adoro jugar al buscaminas!”
Tras esta absurda conversación, bajé de la tarima y me dirigí hacia Diana. Tras registrar su número en mi pokédex, la abracé y la dije lo mucho que la quería. Diana me recordó que tenía una sorpresa para mí y comenzó a rebuscar en su bolso. De dentro del bolso salió un huevo azulado, con un dibujo en espiral en la parte baja y una zona más amarillenta en un lateral.
-Es la cría de mi Kingdra. Había pensado en que estaría muy bien que ambos tuviéramos un pokémon en común.- Dijo mientras se ponía un poco roja.
-Muchas gracias Diana- Dije sin parar de sonreír. -Me encanta la idea.
-¿En serio?
-En serio.
Besé a Diana y la di las gracias por el huevo. Ella a cambio me dio ciertas recomendaciones; el huevo se abrirá en una semana, los primeros días debe estar en agua salada, pero siempre cerca de mí, no debo atraparlo en una pokéball hasta pasados 5 días.
Cuidar a un Horsea recién nacido me iba a dar varios quebraderos de cabeza, pero estaba dispuesto a hacerlo sólo por Diana. Además, Kingdra es un pokémon muy fuerte, y siempre he querido tener un dragón conmigo.
Ahora, los administradores declaraban un descanso de media hora para comer, y que luego seguiríamos con el torneo 2. Asimismo, también advirtieron a los participantes del grupo 1 que aún no se fueran, pues habría una sorpresa al final del torneo.
-Continuará...-
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