So, le puse nombre a Honedge, y más adelante se me olvidó, asíque le di otro (que fue el que le puse al final del capítulo de ayer aunque ya lo he cambiado). Así, los que leyesen antes de que hiciera el cambio leerían que Honedge se llama Gal, pues bien, ahora es Maximilian, no os asustéis.
Dicho esto, doy paso al capítulo de relleno.
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Tras
correr por el camino y llegar a una ciudad, nos paramos en un bar a
descansar de tanto correr y a tomar algo para recuperar fuerzas. Yo
me pedí un bocadillo de tortilla y una caña, Enzo pidió lo mismo y
Delta se limitó a un platito de patatas bravas.
Una
vez que estuvimos satisfechos de comida recapitulamos un poco. Le
contamos a Delta el incidente de la noche anterior. Que nos
emborrachamos y entramos a su granja, que vi los Skiddo que ahí
tenían y que capturé uno por accidente. También recordamos cuando
nos encontraron ella y su padre al borde del camino y como se había
ido él tras comenzar el combate con cara de decepción.
Delta
nos dijo que su padre se sentía decepcionado por sus habilidades de
batalla, que no era tan habilidoso como su abuelo o su padre, y que
él hubiera preferido un niño.
Ella
misma se sentía decepcionada por no haber conseguido que Ponyta la
obedeciera.
Tras
consolarla un poco hicimos recuento de nuestros pokémon y la
historia tras ellos.
Conmigo
estaban Godzilla, el Treecko, que me lo regalaron como mascota al
cumplir los 16. Vivía en un terrario y era bastante agresiva, pero
conseguí domesticarla un poco para que dejase de morderme. Tenía
mucho carácter, pero conmigo ya era amable. La primera vez que se me
subió al brazo y luego fue al pecho se me saltaron las lágrimas de
alegría. La forma de la boca hacía que siempre tuviera una sonrisa,
y eso me alegraba mucho. Parece odiar al Mudkip de Enzo.
Luego
estaba Padme, el Pichu, que había ido a un criadero de roedores a
comprarla. A modo de homenaje por el Pikachu de mi padre, que llevaba
el mismo nombre, llevaba conmigo poco tiempo pero era muy alegre.
Cuando salía de su pokéball se me subía al hombro y me hacía
carantoñas en la cara como si me considerase su padre. Cada vez que
me escalaba hasta el hombro una sonrisa se dibujaba en mi cara.
Por
último, junto a mí estaba Merry, el Skiddo. Si bien yo no había
elegido su nombre, me gustaba mucho. A pesar de pertenecer a otro
entrenador, Merry me hacía caso y no se apartaba de mi lado cuando
la sacaba de su pokéball. Me encantan los pokémon que tienen
cuernos, y los de este Skiddo parecían tener mucho brillo propio y
fuerza. Me alegraba de tenerla de mi lado, aunque no me gustaba la
idea de haberla robado.
Enzo
llevaba consigo a Abinoblem, el Mudkip. Fue su primer pokémon y se
lo dio el profesor algo, no recuerdo el nombre porque la memoria no
me da para mucho. El primer día se emborrachó junto a él y
capturaron un Fletchling sin darse ni cuenta. Es un pokémon bastante
poderoso, pero con carácter relajado, como su entrenador. Parece
tener algún tipo de rivalidad con el Torchic de Delta.
Su
segundo pokémon es un Fletchling muy juguetón. Cuando sale de la
pokéball revolotea un poco sobre nuestras cabezas y luego se posa en
la de Enzo. Es un poco travieso y le encanta picotearme el brazo.
Cuando pelea se pone serio y obedece cada una de las órdenes de su
entrenador. Se ve que confía plenamente en Enzo.
Por
último está Majoras, el Yamask. Tras comprar a Padme, fuimos a otro
criadero. El local parecía clandestino y sumamente ilegal, pero Enzo
siguió avanzando con decisión. Allí compró al Yamask y luego lo
puso a prueba en un combate contra mí. Es un pokémon muy táctico y
resistente. Si bien no es tan fuerte como otros, sus ataques permiten
un juego de equipo envidiable, ya que es capaz de ponérselo fácil a
sus compañeros. Su personalidad es inquietante, no suele mirar a
Enzo a la cara y siempre está observando su máscara. Según dicen
las leyendas, la máscara tiene el rostro de su vida anterior como
humanos, y la miran para recordar quién eran.
Delta
es la que más pokémon lleva consigo, con un total de 5 distintos.
El
primero es Calimero, el Torchic. Lo pintó de azul cuando era pequeña
porque así le gustaba más. En combate es un pokémon muy fiero y
peligroso, pero con su entrenadora es como un bebé. No se separa
nunca de su lado y hace cuanto se le pide. Tiene algún tipo de
rivalidad con mi Treecko, al que parece odiar.
Después
está Aries, el Mareep. Según nos dijo es el miembro de su especie
con peor lana de la granja, y por eso dejó de servir para ése
propósito. El padre de Delta quiso sacrificarla para al menos
aprovechar su carne, pero ella se rehusó, convirtiendo a Aries en su
pokémon. No tiene mucha experiencia en batalla, pero se desenvuelve
bien. Funciona mejor como estratega para el equipo que como luchador
principal. Fuera del combate es bastante distante incluso con su
entrenadora.
El
siguiente pokémon de Delta es Kimberlie, el Miltank. No lo ha usado
nunca en combate, sino que es exclusivamente una Miltank lechera.
Pertenece a una mutación muy rara de la raza que en lugar de dar
leche normal da leche con chocolate. Hace unos batidos deliciosos que
ayudan a recuperarse de los combates. Es muy pacífico y parece tener
un cariño especial a Delta, que la cuida como si fuera su hija.
Delta
también tiene a Daisy, un Ponyta que pertenecía a su abuelo. Éste
Ponyta era la estrella de las carreras, ganando multitud de trofeos a
pesar de llevar encima a Max, el abuelo de Delta, que no era para
nada aerodinámico. A la muerte de Max, Ponyta no volvió a dejar que
nadie le montara ni le diese órdenes. Tiene un carácter orgulloso
que le impide hacer caso a nadie más que a su entrenador original,
que murió hace mucho.
Por
último Maximilian, el Honedge. Según cuenta Delta, su abuelo murió
en batalla, mientras peleaba con su espada. Cuando acabó la guerra y
limpiaron el campo de batalla, encontraron un Honedge bajo su cuerpo.
El pokémon estaba dormido, aletargado y lleva así varios años. El
espíritu latente del abuelo de Delta duerme dentro del pokémon y
espera su momento para volver a despertar y luchar.
Tras
el recuento decidimos separarnos a entrenar un poco, ya que estábamos
a punto de llegar al primer gimnasio y aún no estábamos muy
preparados para ello. Fuimos a una salida de la ciudad y observamos
el entorno. A nuestra izquierda una montaña, a la derecha prado y de
frente bosque.
-Bien,
si seguimos por el bosque llegaremos al gimnasio Ilusión.- Dijo
Enzo.
-Entendido,
entonces lo mejor será que nos separemos dos días.- Informé
decidido. -Yo iré a las montañas a entrenar.
-Entonces
yo iré al prado.- Avisó Delta.
-Sólo
me queda el Bosque.- Declaró Enzo. -Bien, vosotros podéis
encontraros al comienzo del bosque dentro de dos días. Nos
reuniremos los tres en el gimnasio. Creo que me adelantaré y retaré
al líder mientras venís.- Dijo nuestro compañero. Y así, nos
separamos dos días.
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