lunes, 27 de octubre de 2014

Odisea. Capítulo 12: Legado.

Antes de nada, cuando escribí este capítulo para el foro lo hice para presentar al equipo de Delta, que como eran muchos, era la mejor manera de hacer que la gente lo viera.
So, le puse nombre a Honedge, y más adelante se me olvidó, asíque le di otro (que fue el que le puse al final del capítulo de ayer aunque ya lo he cambiado). Así, los que leyesen antes de que hiciera el cambio leerían que Honedge se llama Gal, pues bien, ahora es Maximilian, no os asustéis.

Dicho esto, doy paso al capítulo de relleno.

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Tras correr por el camino y llegar a una ciudad, nos paramos en un bar a descansar de tanto correr y a tomar algo para recuperar fuerzas. Yo me pedí un bocadillo de tortilla y una caña, Enzo pidió lo mismo y Delta se limitó a un platito de patatas bravas.

Una vez que estuvimos satisfechos de comida recapitulamos un poco. Le contamos a Delta el incidente de la noche anterior. Que nos emborrachamos y entramos a su granja, que vi los Skiddo que ahí tenían y que capturé uno por accidente. También recordamos cuando nos encontraron ella y su padre al borde del camino y como se había ido él tras comenzar el combate con cara de decepción.

Delta nos dijo que su padre se sentía decepcionado por sus habilidades de batalla, que no era tan habilidoso como su abuelo o su padre, y que él hubiera preferido un niño.
Ella misma se sentía decepcionada por no haber conseguido que Ponyta la obedeciera.
Tras consolarla un poco hicimos recuento de nuestros pokémon y la historia tras ellos.

Conmigo estaban Godzilla, el Treecko, que me lo regalaron como mascota al cumplir los 16. Vivía en un terrario y era bastante agresiva, pero conseguí domesticarla un poco para que dejase de morderme. Tenía mucho carácter, pero conmigo ya era amable. La primera vez que se me subió al brazo y luego fue al pecho se me saltaron las lágrimas de alegría. La forma de la boca hacía que siempre tuviera una sonrisa, y eso me alegraba mucho. Parece odiar al Mudkip de Enzo.


Luego estaba Padme, el Pichu, que había ido a un criadero de roedores a comprarla. A modo de homenaje por el Pikachu de mi padre, que llevaba el mismo nombre, llevaba conmigo poco tiempo pero era muy alegre. Cuando salía de su pokéball se me subía al hombro y me hacía carantoñas en la cara como si me considerase su padre. Cada vez que me escalaba hasta el hombro una sonrisa se dibujaba en mi cara.


Por último, junto a mí estaba Merry, el Skiddo. Si bien yo no había elegido su nombre, me gustaba mucho. A pesar de pertenecer a otro entrenador, Merry me hacía caso y no se apartaba de mi lado cuando la sacaba de su pokéball. Me encantan los pokémon que tienen cuernos, y los de este Skiddo parecían tener mucho brillo propio y fuerza. Me alegraba de tenerla de mi lado, aunque no me gustaba la idea de haberla robado.


Enzo llevaba consigo a Abinoblem, el Mudkip. Fue su primer pokémon y se lo dio el profesor algo, no recuerdo el nombre porque la memoria no me da para mucho. El primer día se emborrachó junto a él y capturaron un Fletchling sin darse ni cuenta. Es un pokémon bastante poderoso, pero con carácter relajado, como su entrenador. Parece tener algún tipo de rivalidad con el Torchic de Delta.


Su segundo pokémon es un Fletchling muy juguetón. Cuando sale de la pokéball revolotea un poco sobre nuestras cabezas y luego se posa en la de Enzo. Es un poco travieso y le encanta picotearme el brazo. Cuando pelea se pone serio y obedece cada una de las órdenes de su entrenador. Se ve que confía plenamente en Enzo.


Por último está Majoras, el Yamask. Tras comprar a Padme, fuimos a otro criadero. El local parecía clandestino y sumamente ilegal, pero Enzo siguió avanzando con decisión. Allí compró al Yamask y luego lo puso a prueba en un combate contra mí. Es un pokémon muy táctico y resistente. Si bien no es tan fuerte como otros, sus ataques permiten un juego de equipo envidiable, ya que es capaz de ponérselo fácil a sus compañeros. Su personalidad es inquietante, no suele mirar a Enzo a la cara y siempre está observando su máscara. Según dicen las leyendas, la máscara tiene el rostro de su vida anterior como humanos, y la miran para recordar quién eran.


Delta es la que más pokémon lleva consigo, con un total de 5 distintos.
El primero es Calimero, el Torchic. Lo pintó de azul cuando era pequeña porque así le gustaba más. En combate es un pokémon muy fiero y peligroso, pero con su entrenadora es como un bebé. No se separa nunca de su lado y hace cuanto se le pide. Tiene algún tipo de rivalidad con mi Treecko, al que parece odiar.


Después está Aries, el Mareep. Según nos dijo es el miembro de su especie con peor lana de la granja, y por eso dejó de servir para ése propósito. El padre de Delta quiso sacrificarla para al menos aprovechar su carne, pero ella se rehusó, convirtiendo a Aries en su pokémon. No tiene mucha experiencia en batalla, pero se desenvuelve bien. Funciona mejor como estratega para el equipo que como luchador principal. Fuera del combate es bastante distante incluso con su entrenadora.


El siguiente pokémon de Delta es Kimberlie, el Miltank. No lo ha usado nunca en combate, sino que es exclusivamente una Miltank lechera. Pertenece a una mutación muy rara de la raza que en lugar de dar leche normal da leche con chocolate. Hace unos batidos deliciosos que ayudan a recuperarse de los combates. Es muy pacífico y parece tener un cariño especial a Delta, que la cuida como si fuera su hija.


Delta también tiene a Daisy, un Ponyta que pertenecía a su abuelo. Éste Ponyta era la estrella de las carreras, ganando multitud de trofeos a pesar de llevar encima a Max, el abuelo de Delta, que no era para nada aerodinámico. A la muerte de Max, Ponyta no volvió a dejar que nadie le montara ni le diese órdenes. Tiene un carácter orgulloso que le impide hacer caso a nadie más que a su entrenador original, que murió hace mucho.


Por último Maximilian, el Honedge. Según cuenta Delta, su abuelo murió en batalla, mientras peleaba con su espada. Cuando acabó la guerra y limpiaron el campo de batalla, encontraron un Honedge bajo su cuerpo. El pokémon estaba dormido, aletargado y lleva así varios años. El espíritu latente del abuelo de Delta duerme dentro del pokémon y espera su momento para volver a despertar y luchar.


Tras el recuento decidimos separarnos a entrenar un poco, ya que estábamos a punto de llegar al primer gimnasio y aún no estábamos muy preparados para ello. Fuimos a una salida de la ciudad y observamos el entorno. A nuestra izquierda una montaña, a la derecha prado y de frente bosque.
-Bien, si seguimos por el bosque llegaremos al gimnasio Ilusión.- Dijo Enzo.
-Entendido, entonces lo mejor será que nos separemos dos días.- Informé decidido. -Yo iré a las montañas a entrenar.
-Entonces yo iré al prado.- Avisó Delta.

-Sólo me queda el Bosque.- Declaró Enzo. -Bien, vosotros podéis encontraros al comienzo del bosque dentro de dos días. Nos reuniremos los tres en el gimnasio. Creo que me adelantaré y retaré al líder mientras venís.- Dijo nuestro compañero. Y así, nos separamos dos días.

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