lunes, 24 de noviembre de 2014

Eternal Flame.

-Hola cariño.- Saludó amablemente el gran hombre al entrar por la puerta de casa mientras avanzaba hacia su esposa, que estaba recostada en el sofá.
-Bienvenido amor mío.- Lo recibió ella mientras se inclinaba para besar a su marido que había llegado hasta su posición.
-Hola campeón.- Continuó el hombre inclinándose hacia la barriga de su mujer y besándola. Ella rió y volvió a besarlo.

Tessa estaba embarazada de ocho meses y esperaba dar a luz esa misma semana. Max había doblado turnos en su trabajo para poder tener la casa lista para el nuevo bebé y poder cumplir los antojos de su mujer. El día en que supieron que iban a ser padres lo celebraron por todo lo alto, estaban pletóricos de ampliar su familia.

-¿Cómo querrás que se llame?- Fue la primera pregunta que hizo Tessa a Max.
-Podría llamarse Ash, como mi padre.- Comentó él.
-O Chandler como el mío.- Bromeó ella.
Y aunque el día se acercaba, aún no tenían claro el nombre que llevaría su hijo.

Max abrazó a su mujer con cariño mientras notaba que la temperatura de su mujer se había disparado y le estaba quemando los brazos, pero no se separó. Siempre le había costado estar junto a una piromántica siendo él un usuario de aire, porque en los momentos de pasión ella se descontrolaba, aumentando a nieveles peligrosos la temperatura y el aire que él expedía no hacía sino empeorar las cosas.

Pero se había llegado a acostumbrar a quemarse de vez en cuando, porque aquella mujer ígnea le hacía feliz.
Tenía todo lo que él buscaba en una mujer: era ardiente y fogosa en la cama, cocinaba bien, le cuidaba cuando lo necesitaba y podía confiar plenamente en ella. Era muy inteligente y trabajadora y la más bella de las mujeres sobre la faz de la Tierra.

A ella tampoco le resultaba fácil contenerse cuando estaba con su amado. Se sentía mal por hacerle daño a menudo, pero él sabía manejar la situación para tranquilizarla. Tessa amaba los vientos optimistas que siempre traía su marido. Le gustaba la manera en que se esforzaba por hacerla reír y por mantenerla alegre. Valoraba la atención que siempre le dedicó y también creía que estaba casada con el hombre más maravilloso del planeta.

Hacían una buena pareja: Fuego y Aire creaban una llama de amor eterna que nada podía apagarla.
Incluso cuando el estado prohibió las relaciones entre elementales de distinto tipo, ellos se fugaron para poder celebrar su amor, fueron fugitivos de sus sentimientos.

Ahora que iba a nacer el primer hijo de fuego y aire, esperaban que su llama nunca se agotase y pudiesen vivir su amor eternamente y en familia.

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