Despertó con un fuerte sonido de explosión.
-¿Qué pasa?- Preguntó a la nada mientras saltaba de su cama y se enfundaba sus pantalones militares.
-¡Otra explosión!- Le comunicó su compañera abriendo la puerta de su cuarto de golpe.
Tras oír aquellas palabras salió a toda prisa del cubículo donde había dormido los dos últimos días y tiró del brazo de su acompañante. ¿Una explosión más? ¿Cómo era posible? Creía haber acabado con todos los merodeadores durante la noche, sin embargo...
Antes de llegar a la esquina del pasillo vio una sombra en la pared que avanzaba dispuesta a doblar el recodo y descubrirlos en plena huída.
-En el armario.- Susurró con firmeza mientras abría una taquilla situada a su izquierda para más tarde empujar a su compañera al interior y encerrarse dentro con ella.
Oyó la respiración agitada de la chica y le tapó la boca como pudo para evitar ser descubiertos. Giró la cabeza suavemente hasta que pudo ver a través de las rendijas. Un merodeador estaba patrullando lentamente el pasillo y ahora se encontraba frente a la taquilla. La chica vio las fauces del ser y comenzó a temblar sin control.
-Tranquila.- Susurró el otro con cuidado. -Se irá enseguida. Informó.
Cuando la extraña criatura desapareció de la vista, él esperó un rato para salir de ahí con cuidado. Abrió la puerta y se asomó. Nada. Respiró aliviado.
-Rápido, busquemos la salida del búnker.- Sugirió a la chica mientras echaba a andar hacía la esquina vista anteriormente.
Andaron sin ningún problema hasta dar con unas escaleras rojas que subían hasta la superficie.
-¡Lo logramos!- Se regocijó la joven mientras abrazaba a su compañero y subía lentamente los escalones.
-Sí...- Asintió él.
La luz del sol los cegó durante un instante, suficiente para que un merodeador saltase sobre ellos. Sus brazos largos y afilados como estacas apuntaban al cuello de sus enemigos mientras abría sus fauces y borboteaba saliva negra.
-¡Os encontramos!- Dijo con gran regocijo la extraña criatura, que aulló al cielo alertando a sus compañeros.
La chica aprovechó el despiste de la criatura para sacar su pistola y disparar. El aullido quedó interrumpido tras la explosión de la cabeza del ser y el consiguiente esparcimiento de sus restos por doquier.
-¡Rápido, los tendremos aquí en menos de un minuto!- Apremió el otro mientras se ponía en pie. -¡La fortaleza no debe estar lejos, ahí acabará todo esto, por fin te darán refugio!- Informó él.
-¿Pero qué pasará contigo?- Preguntó la chica mientras aún corría a su lado.
-Nada.- Respondió agachando la cabeza.
La chica paró se acercó a su compañero y detuvo su carrera. Puso sus delicadas manos en la cara del otro y le giró la cabeza para que sus miradas se encontraran.
-¿Qué va a pasar contigo?- Preguntó muy seria.
-¿Qué crees que va a pasar?- Respondió sarcásticamente. -¡Me darán muerte!- Gritó. -¡A los humanos no les gustan los merodeadores!- Informó.
-¡Pero tú eres diferente!- Defendió ella.
-No para ellos...- Hizo una pausa. -No me importa morir si con ello consigo ponerte a salvo.- Sentenció.
-No te he pedido que mueras por mí.- Dijo aríscamente la chica. -Si mi seguridad significa tu muerte prefiero seguir huyendo.
-¡Una vida más fácil te espera tras las murallas!- Dijo el merodeador.
-¡Y una vida más feliz a tu lado!- Gritó furiosa.
Ambos se miraron a los ojos, temblando de rabia. Ella dio un paso. Él lo imitó. Y ambos se inclinaron para fundirse en un apasionado beso interespecie que nunca llegó, pues los otros merodeadores llegaron para poner fin a la discusión que habían estado teniendo.
Con sus corazones atravesados por los brazos de sus enemigos, no pudieron sino caer al suelo, uno al lado del otro, como recordatorio de que nunca habrían podido estar juntos.
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